El nombre de Claudia Sheinbaum será recordado por siempre en los archivos como el de la primera mujer presidenta de México. Su ascenso al poder rompe con 200 años de gobiernos liderados exclusivamente por hombres. México, con una población de 129.5 millones de habitantes y la segunda mayor economía de América Latina, finalmente ha roto un techo hasta ahora impenetrable para las mujeres en una elección donde dos candidatas mujeres causaban relevancia.
Sin embargo, este hito histórico es solo un paso en un largo viaje de lucha y sacrificio por parte de innumerables mujeres mexicanas que han enfrentado obstáculos insuperables en su búsqueda de equidad y justicia. Desde las primeras sufragistas que lucharon por el derecho al voto hasta las valientes activistas de hoy que marchan en las calles exigiendo un cambio, cada paso adelante ha sido marcado por la determinación y el coraje de aquellas que se negaron a aceptar el status quo.
El camino hacia la igualdad política ha sido arduo. Desde Laureana Wright y Mateana Murguía, quienes en el siglo XIX comenzaron a abogar por el sufragio femenino en el semanario feminista "Violetas del Anáhuac", hasta las mujeres que en 1955 ejercieron su derecho al voto por primera vez en México, cada logro ha sido alcanzado a través de una lucha incansable contra la discriminación y la opresión.
Pero la lucha por la igualdad política es solo una parte de la batalla. Las mujeres mexicanas siguen enfrentando desafíos monumentales en todas las esferas de la vida. La violencia de género, los feminicidios, la desigualdad económica y la falta de acceso a derechos básicos como la educación y la atención médica son solo algunas de las injusticias que persisten en nuestra sociedad.
Las cifras son desgarradoras. Nueve o diez mujeres son víctimas de feminicidio cada día en México, según ONU Mujeres. Las desapariciones y asesinatos se cuentan por miles, y la mayoría de los casos quedan impunes debido a las fallas en el sistema de justicia. La equidad laboral sigue siendo un sueño lejano, con las mujeres enfrentando discriminación y violencia en el lugar de trabajo.
Pero el trabajo está lejos de terminar. A medida que celebramos este hito histórico, también debemos recordar que todavía hay mucho por hacer. La lucha por la equidad es una batalla que nunca termina, y cada una de nosotras tiene un papel que desempeñar en la construcción de un mundo donde todas las mujeres sean libres de vivir con dignidad y respeto.
Recordemos lo que dijo Sheinbaum en su primer discurso tras el triunfo electoral, "No llego sola. Llegamos todas, con nuestras heroínas que nos dieron patria, con nuestras ancestras, nuestras madres, nuestras hijas y nuestras nietas." Sigamos adelante juntas, en solidaridad y determinación, hasta que todas las mujeres de México y del mundo puedan alcanzar su pleno potencial y vivir vidas libres de miedo y opresión.
Claudia, esperamos que tú sí recibas a las madres buscadoras y que busques una verdadera equidad y bienestar para todas. Que una vez que estés en el poder, seas tú misma, que recuerdes que eres doctora y experta climática. Que empujes iniciativas verdes para el país y no dejes a nadie fuera de la transformación. Esperamos que encuentres tu propia forma de hablar, tu propio tono de voz, tu propia forma de hacer las cosas. Que no importe quién estuvo detrás de ti o quién te ayudó a llegar y simplemente hagas lo mejor para México, respetando la democracia y una justa representación para TODOS. Mucho éxito.
Este domingo 2 de junio, los mexicanos viviremos una jornada histórica y trascendental. Con la elección más grande en la historia de nuestro país, millones de ciudadanos están llamados a ejercer su derecho y deber de votar. En total, 98 millones 329,591 mexicanos tendrán la oportunidad de influir en el futuro de nuestro país.
Estamos ante un momento crucial. Se elegirán 20,708 cargos, incluyendo la Presidencia, 500 diputados, 128 senadores, 1,098 diputados locales, 1,802 presidencias municipales y alcaldías, y más de 17,000 cargos locales. Cada voto cuenta y cada ciudadano tiene en sus manos el poder de cambiar la historia.
El acto de votar es mucho más que una simple obligación cívica; es un privilegio y un honor. En ese instante, cuando tomamos la boleta electoral y marcamos nuestra elección, tenemos en nuestras manos el mayor poder que un ciudadano puede ejercer frente a los políticos. No podemos desperdiciarlo. Hemos escuchado propuestas, debates, historias de vida, escándalos, contextos, pleitos, promesas, críticas y descalificaciones. Ahora es el momento de actuar, de ejercer ese poder y decidir el rumbo de nuestro país.
Gane quien gane las elecciones, no debemos olvidar las grandes deudas históricas que tenemos que saldar: más de 100,000 personas desaparecidas, 10 mujeres asesinadas cada día, un sistema de justicia que resuelve menos del 10% de los delitos denunciados, y más de 100 periodistas asesinados desde el año 2000, cuyos casos continúan sin resolverse.
Además, debemos recordar los años de impunidad en los casos de homicidios, feminicidios y tragedias como Ayotzinapa, el colapso de la Línea 12 del Metro y los asesinatos de activistas ambientales y defensores de derechos humanos. También enfrentamos el aumento extremo de la delincuencia organizada y las muertes por falta de atención médica y medicamentos. Estas realidades no se borran ni se olvidan. Nuestro voto es crucial para enfrentar estos desafíos.
Votar es un derecho político electoral, pero también es un llamado a participar activamente en el sistema político, tomando conciencia de la importancia de este ejercicio y sus repercusiones. No basta con votar, hay que hacerlo de manera informada, conociendo a los candidatos, sus propuestas, y estando atentos a los resultados y acciones posteriores de las autoridades elegidas.
Este domingo, al ejercer tu derecho al voto, estás contribuyendo a construir el México que todos queremos. Escucha, conoce y actúa. Pocas decisiones son tan relevantes como elegir a quienes nos gobiernan. Piensa en el tipo de México que deseas para ti y para las futuras generaciones. ¡Vota! Tu voz es esencial para lograr el México que queremos.
Las elecciones en México de 2024 no serán recordadas solo por su magnitud o por los cambios que puedan traer, sino también por la cruda realidad de la violencia que ha dejado un rastro de muerte y dolor en el camino. Candidatos, colaboradores y allegados han sido víctimas de una ola de agresiones que van desde amenazas hasta asesinatos brutales. ¿Qué tipo de país estamos construyendo, donde ejercer un derecho democrático se paga con la vida?
En cada rincón de México, desde las grandes urbes hasta las pequeñas comunidades, la violencia ha golpeado con fuerza. Los eventos son desgarradores y el terror no discrimina. Gisela Gaytán, una joven candidata de Morena a la presidencia municipal de Celaya, Guanajuato, fue asesinada minutos después de presentar su estrategia de seguridad. Joaquín Martínez López fue atacado en su domicilio en Oaxaca y Dagoberto García Rivera fue secuestrado y hallado muerto en Michoacán. Incluso en la Ciudad de México, Alessandra Rojo de la Vega, candidata a la alcaldía Cuauhtémoc, sobrevivió a un atentado cuando su camioneta fue baleada.
Estos nombres no son solo cifras. Son vidas truncadas, familias devastadas, sueños aplastados. Javier Torres Barrera, un excandidato del PAN en Puebla, fue sacado de su rancho y torturado antes de ser asesinado. Alejandro Lanuza Hernández, aspirante del PAN en Guanajuato, Wilman Monje Morales de Veracruz y Miguel Ángel Cruz Robles del Estado de México, son solo algunos de los nombres que se suman a esta lista electoral manchada con sangre.
El proceso electoral 2023-2024 ha sido el más violento de la historia reciente de México, con al menos 34 candidatos o aspirantes asesinados. Esta violencia no solo se limita a los candidatos, sino también a sus familias y colaboradores. María Salud Valencia Solís, en Michoacán, denunció que su familia fue intimidada para que renunciara a su candidatura.
Un informe de Integralia Consultores revela que entre septiembre de 2023 y mayo de 2024 se registraron 560 víctimas de violencia política, con un promedio de dos víctimas diarias. A pesar de las afirmaciones del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre una menor violencia en comparación con elecciones anteriores, las cifras de organizaciones civiles muestran un aumento alarmante de ataques dirigidos contra políticos y sus familias.
A medida que nos acercamos a las elecciones del 2 de junio, el temor y la incertidumbre se apoderan de los ciudadanos. Con tantos aspirantes asesinados, nos enfrentamos a un dilema moral profundo: ¿vale la pena morir por una elección? Esta pregunta resuena en cada rincón del país, donde el miedo y la violencia amenazan con socavar el proceso democrático.
Los nombres de los asesinados son un recordatorio brutal de la realidad que enfrentamos. Javier Torres Barrera, Alejandro Lanuza Hernández, Wilman Monje Morales, Miguel Ángel Cruz Robles, Dagoberto García Rivera, Jaime Damaso Solís, Ricardo Taja Ramírez, Alfredo Giovanni Lezama Rivera, David Rey González Moreno, Sergio Hueso, Miriam Nohemí Ríos, Samantha Carolina Gómez Fonseca, Marcelino Ruiz Esteban y su esposa Guadalupe Guzmán, Jaime Vera, Yair Martín Romero, Manuel Hernández Hernández, Miguel Ángel Reyes Zavala, Armando Pérez Luna, Alfredo González Díaz, Tomás Morales Patrón, Diego Pérez Méndez, Humberto Amezcua Bautista, Jaime González Pérez, Bertha Gisela Gaytán, Julián Bautista, Noé Ramos, Alberto Antonio García, Francisco Sánchez Gaeta, Mauro Hernández Velin, Santos Moreno Cabada, Lucero López Maza, Aníbal Zúñiga Cortés, Ricardo Arizmendi Reynoso y Alfredo Cabrera.
La violencia ha opacado gran parte de la campaña electoral en México. Mientras nos preparamos para votar, debemos reflexionar sobre el tipo de país que queremos. Estas elecciones no son solo sobre quién ganará, sino sobre si permitiremos que la violencia y el miedo definan nuestro futuro. Al votar, recordemos a quienes perdieron la vida luchando por un cambio. Pensemos en un México donde expresarse libremente no cueste la vida.
El próximo 2 de junio, toma una decisión consciente sobre por quién vas a votar. Piensa en todas estas personas que perdieron la vida y en el tipo de México que deseas: un México donde te maten por pensar diferente o un México libre y seguro. La elección es tuya.
Esa es la pregunta que nos hacemos hoy, 205 días después de la devastación que dejó el huracán Otis a su paso por Acapulco. En una mochila caben muchas cosas, objetos cotidianos que usamos a diario. Pueden ser libros, cuadernos, lápices de colores, una lonchera con un sándwich, una botella de agua. Esas son las respuestas más obvias, las cosas que cualquier niño podría llevar a la escuela un día normal.
Pero, ¿qué meterías en una mochila si supieras que un desastre natural va a cambiar tu vida para siempre? Quizás incluirías una linterna, una muda de ropa, comida enlatada, un botiquín de primeros auxilios. Cosas prácticas, cosas que podrías necesitar en una emergencia. La realidad de Acapulco tras el impacto del huracán Otis nos obliga a pensar en esas posibilidades.
El 25 de octubre de 2023, a las 00:25 horas, el huracán Otis tocó tierra. Con ráfagas de viento de 330 kilómetros por hora, este huracán de categoría 5 se estableció como el más intenso en la era moderna del Pacífico mexicano. La velocidad y fuerza de su intensificación rompieron récords regionales y mundiales. Fue el primer huracán de su categoría en impactar las costas del Pacífico y se posicionó como el cuarto ciclón tropical con vientos más rápidos de la historia a nivel mundial. En cuestión de horas, uno de los destinos turísticos más queridos de México quedó reducido a escombros.
La destrucción fue inmensa. La infraestructura de la ciudad quedó destrozada, los servicios básicos interrumpidos. Escuelas, hospitales, viviendas, todo quedó arrasado. La ayuda humanitaria tardó entre dos y tres días en llegar, tiempo durante el cual los ciudadanos de Acapulco se enfrentaron a la desolación y la incertidumbre. En medio de esta tragedia, los niños y niñas fueron especialmente vulnerables. Sus necesidades básicas, como la nutrición, el acceso a agua potable, la educación y la atención médica, se vieron gravemente comprometidas.
Las escuelas, que no solo son lugares de aprendizaje sino también espacios seguros donde los niños pueden encontrar refugio y apoyo emocional, quedaron inoperantes. La falta de electricidad, agua y servicios de internet complicó aún más la situación. Los pequeños, que deberían estar pensando en sus sueños y en su futuro, se encontraron de repente en medio de una pesadilla.
En momentos así, la solidaridad y la acción comunitaria son esenciales. Personas como el Maestro César Felipe Leyva y la Dra. Karla Vázquez Flores han demostrado lo que significa comprometerse con la niñez y la educación. En representación de Organización Masónica Mexicana (OMM) y la Alianza Liberal de Izquierda Progresista (ALIP), se entregaron mochilas escolares a niños y niñas de las zonas suburbanas y rurales de Acapulco. Un esfuerzo que no solo busca reponer lo perdido, sino también devolverles un poco de normalidad y esperanza a estos niños.
Estas mochilas no solo contienen útiles escolares; son un símbolo de resiliencia y solidaridad. Cada mochila entregada es una declaración de que, a pesar de la adversidad, no están solos. Además, estas organizaciones han apoyado a las comunidades con despensas básicas, ropa y artículos de higiene y limpieza, ofreciendo un rayo de esperanza en medio de tanta devastación.
Entonces, ¿qué cabe en una mochila? Caben las herramientas para aprender y crecer, pero también caben los sueños, la esperanza y el amor de una comunidad que se une en tiempos de crisis. Caben los recuerdos de una casa que ya no está, los juguetes que se perdieron, pero sobre todo, cabe la promesa de un futuro mejor. Una mochila puede ser un salvavidas, un símbolo de esperanza, un acto de amor. Y en Acapulco, hoy más que nunca, estas mochilas llevan consigo el peso de toda una ciudad que se levanta, una y otra vez, frente a la adversidad.
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